Este error al guardar tu palta estaría causando que se oxide más rápido

La palta es uno de los alimentos preferidos de las personas, ya sea por su textura cremosa o su valor nutricional. No obstante, también es uno de los más complicados de conservar una vez que lo cortas. Basta que le hagas una cortada para que en cuestión de minutos empiece a cambiar de color y perder el sabor apetitoso. Pero, ¿por qué pasa esto y qué se puede hacer para prolongar su vida?

Cuando cortas una palta, su pulpa entra en contacto con el oxígeno del ambiente. Este simple hecho activa una reacción natural conocida como “pardeamiento enzimático”. En palabras simples, ciertas enzimas de la fruta —como las polifenoloxidasas— reaccionan al aire, generando un cambio de color que no afecta directamente a la salud, pero sí modifica el sabor, la textura y la apariencia del fruto.

No. Aunque la oxidación modifica el aspecto visual de la palta, no representa un riesgo inmediato para la salud. Sin embargo, su calidad nutricional y sabor se ven comprometidos, por lo que lo ideal es consumirla fresca o conservarla correctamente si no se usará toda de inmediato.

Guardar la palta a temperatura ambiente después de cortarla es uno de los errores más frecuentes. El calor acelera el proceso de oxidación, y si además la dejamos expuesta al aire, el cambio es inmediato. La recomendación es clara: una vez abierta, debe ir directamente a la refrigeradora.

“La palta tiene una vida útil corta, como cualquier otro fruto fresco. El problema es que estamos acostumbrados a que los alimentos duren más de lo normal por el uso de conservantes, pero en su estado natural, debemos aprender a conservarlos de forma adecuada”, explica María del Rosario Belossi, nutricionista especializada en dietas basadas en plantas.

Una técnica casera muy eficaz es sumergir la mitad de la palta en un recipiente con agua, con la parte cortada hacia abajo. Esta barrera limita el contacto con el oxígeno y ralentiza el proceso de oxidación. Para potenciar el efecto, se puede agregar unas gotas de jugo de limón, ya que su acidez también frena la actividad enzimática.

Otra opción útil es envolverla bien en film plástico, asegurándose de que no quede aire en contacto con la pulpa. También puedes usar un recipiente hermético. En todos los casos, el objetivo es el mismo: reducir al máximo la exposición al oxígeno.

Usando las técnicas mencionadas, puedes conservar la palta en buen estado por unos dos o tres días como máximo. Aun así, es importante usar el sentido común: si la textura cambia demasiado o si aparece un sabor extraño, es mejor descartarla.

“La conservación prolongada no significa que se mantenga igual de saludable. Aunque no se vea mal, su valor nutricional puede disminuir. Siempre es preferible consumirla lo más pronto posible”, advierte Belossi.